Buscando guardería…

El ‘post’ de hoy va de lo complicado que es buscar una guardería. Es un aviso para los que no les interesen estos temas de padres cuyos hijos aún no han alcanzado la edad mínima de escolarización obligatoria. Que, a pesar de nuestros años, aún son muchos. Pero ese es otro tema que abordaré otro día.

Los tiempos que vivimos plantean nuevas necesidades. Los horarios laborales y – de nuevo- la falta de medidas de conciliación, exigen que las familias busquen opciones para el cuidado de los hijos pequeños. Y en ese punto es donde surgen los negocios que -todo hay que decirlo- aprovechan la coyuntura para hacerse de oro.

Tampoco la política educativa cubre las carencias sociales. En mi caso, para treinta y dos plazas ofertadas el año pasado en la Escuela Infantil Pública de mi distrito, se presentaron más de trescientas solicitudes. Y lo mejor, ¿qué criterios se aplican para la concesión? En principio intentan ser objetivos, yo no lo creo.

¿Es justo que una familia que sólo ingresa un sueldo -porque el otro está en paro- tenga menos puntos que la que ingresa dos? El razonamiento es que si uno de los dos no trabaja puede hacerse cargo del menor, pero, ¿es esto equitativo si tenemos en cuenta la variable renta, tal y como dicen tener en cuenta?

Como las probabilidades de obtener plaza en una guardería pública son muy remotas, la otra opción son los centros privados. Y aquí hay de todo. Existen los que intentan venderte que tu hijo va a rozar la superdotación de tanto estímulo como se le propone, claro que a cambio tienes que emplear la mitad de un sueldo en pagar a los canguros.

En general, todas ellas se hacen dueñas de conceptos que están muy cerca del marketing. Y es que, ¿qué padre que se precie no busca lo mejor para su hijo? El cliente potencial es muy susceptible. Y les sobran. Dejémonos de pamplinas. Las guarderías son eso: sitios donde nos cuidan a los niños mientras nosotros no podemos hacerlo. Sin más.