¿Qué esconde el Carnaval?

Carnaval, carnaval… ¿sabemos realmente el significado de esta fiesta? De origen pagano, se celebra, principalmente, en países de tradición cristiana. Tres días de máscaras, comparsas, disfraces y bailes que preceden a la Cuaresma, curiosamente, el tiempo litúrgico de la conversión y el arrepentimiento.

Parece que el origen etimológico de la palabra carnaval procede del latín “carnevelarium”, que significa “quitar la carne”, precisamente el rito religioso del ayuno y la penitencia que se viene celebrando desde siglos atrás desde el Miércoles de Ceniza hasta la Pascua.

A pesar de la tradición, el Carnaval ha estado suspendido en varios momentos de nuestra historia. En 1523 Carlos I dictó una ley que prohibía las máscaras. También lo hizo Felipe II. Será Felipe IV quien lo permita de nuevo. Y Franco lo volvió a censurar.

Sin embargo hoy, a sabiendas de todo esto, cuando pienso en el Carnaval lo primero que me viene a la cabeza son los recuerdos de la infancia en que nos tirábamos semanas preparando el mejor disfraz para formar parte de la comparsa escolar. No lo vinculo a ningún otro referente, ni histórico ni mucho menos cristiano.

Lo asocio a febrero, a los días en que el sol empieza a despuntar con algo de fuerza, anticipando los días más largos propios de la incipiente primavera. A las ilusiones enmascaradas tras antifaces. A los sueños con personajes alegóricos o reales. Al tiempo en el que por unas horas nos convertíamos en héroes o en villanos. A la imaginación que nos hace libres.