Por un Goya de calidad

Hacía varios años que había dejado de ver la Gala de los Goya. En otros tiempos, cuando acudía al cine semanalmente para devorar cine español no me perdía la cita con la Academia española. Esperaba ansiosa los veredictos de quienes consideraba profesionales.

Pasó algún tiempo y aunque una seguía visionando películas nacionales, dejó de interesarme la ceremonia en sí misma. Todos los años veía lo mismo. Y a los mismos. Después de pasar varias horas frente al televisor tragándome unas escenas que creían parecer bromas, me cansé.

En ese cambio de actitud tuvo buena culpa la Academia que dice llamarse de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Presume demasiado de dicha distinción. Pero también acabaron por aburrirme las historias que narran los actuales cineastas españoles. Son más de lo mismo.

Pero este año, aunque no sigo tan fielmente la cartelera española, a mi pesar, decidí ponerme frente al televisor el domingo por la noche. Quizás el gancho fue Carmen Machi. Creo que después de mucho tiempo, volví a ver una gala que respiraba aire fresco y dejaba a un lado las escenas que simulando la improvisación rozaban con lo manido.

La anécdota de este año ha sido la del crítico de cine en paro que robó un Goya. Y lo hizo como acto de protesta por el sectarismo y el nepotismo existente en el cine español. Por una vez, y sin que sirva de precedente por la acción del hurto en sí misma, coincido con el joven. Ha sido un gesto. Esperemos que sirva para que reflexionen ‘sus señorías’ y hagan un cine de calidad.