Nieve para recordar

Tras la resaca de las fiestas navideñas sólo queda felicitar a todos el año nuevo y hacer una lista, como viene siendo habitual, de los buenos propósitos para 2009. Son ya legendarias, para algunos, las promesas de dejar de fumar, hacer ejercicio, ponerse a dieta …, en cualquier caso, todos o casi todos, nos imponemos un decálogo con distintas intenciones y/u objetivos saludables.

Mientras dejábamos atrás las fiestas y comenzaba un año marcado por la crisis económica, el mes de enero empezaba a rodar como si tal cosa, como otro enero de tantos, como siempre, inaugurando el nuevo año cargado de tópicos: la cuesta de enero (que este año se hace más peliaguda), las rebajas (que este año van a ser mejores que nunca)… y mientras eso ocurría porque siempre ocurre, algo nuevo sucedió.

El frío también era protagonista indiscutible de todos los eneros que se conocen. Pero el mes gélido por excelencia se impuso el pasado viernes, con creces, en Madrid y en buena parte de España. Ha sido una pena que la nieve se haya retrasado unos días. Por poco tiempo, hubiéramos disfrutado de la clásica estampa navideña.

El viernes a primera hora de la mañana comenzaba a nevar en la capital, ligeramente. Nadie pensaba que esos copos menudos de primera hora de la mañana fueran a ser los protagonistas del día y la imagen de apertura de diarios y periódicos. En poco tiempo, la nieve se iba agolpando en las calles, tejados, parques y cabelleras de la gente. Lo que parecía imposible se iba convirtiendo en realidad, la nieve cuajaba y seguía nevando.

Fue un día marcado por los colapsos en las carreteras, además del que ocurría en el aeropuerto de Barajas – que ése es otro tema-, por las caídas y resbalones en las aceras, por las llamadas telefónicas de asombro… pero también por los juegos infantiles, las fotos para inmortalizar el momento y la ilusión de ver disfrazada de un azúcar dulce a la ciudad. El sueño blanco se ha mantenido unos días y quién sabe si volverá, a juzgar por los termómetros, es posible. Ojalá.