Mi verdadero nombre

Se acerca mi no cumpleaños, aunque es otra manera de engañar al tiempo, que va contracorriente. El santo es ese día que se celebra mucho en el sur y sobre todo entre quienes tienen una fe fervorosa. Algo de esto debió tocarme y me caló de forma especial al llevar el nombre que llevo, el nombre por el que, al menos, todos me conocen.

Cada 9 de noviembre los madrileños celebran la onomástica de su patrona, ciudad en la que nací y vivo. Y por eso, era obligado que me felicitaran siempre en el cole, los vecinos y amigos… Era como un cumpleaños de adultos y sin regalos porque eran éstos quienes me daban los parabienes. De hecho, siempre eran y siguen siendo los mismos quienes se acuerdan de mí en este día.

Pero en realidad, este nombre es mi segundo nombre. Y aquí es donde vienen los problemas, que vienen de lejos. No entiendo los nombres compuestos, no me gustan, a decir verdad, los detesto. Me recuerdan a otros tiempos y me transmiten pereza. Y hasta falta de empaque, quizás por mi experiencia propia.

Creo que restan personalidad. Puede parecer un argumento sin argumento pero lo cierto es que los digiero mal. Normalmente se ponían en honor a algún familiar o como recuerdo de alguien querido en un intento de mantener viva esa memoria. Pero eso, debiera estar prohibido en algunos casos. Al menos con esos nombres que son de abuelo y que quedan como un serón en el cuerpecillo de un niño.

Y eso es lo que me pasó a mí. Que intentaron añadir significado a un nombre inicial y, siempre les he reprochado, lo fastidiaron. Y no por falta de cariño hacia la persona honrada, todo lo contrario, sino porque, directamente… no encajaba. Demasiado largo. Cuando tuve 18 años mi progenitora me instó a que me lo quitara, si tan mal lo llevaba en el alias, pero lo cierto es que nunca lo hice.

Y no lo hice porque eso sería como renegar de mis ancestros y eso nunca. Y menos de esa persona a la que, como algunos dicen, tanto me parezco. De hecho creo, que con los años, me gusta más. Y cada vez me mimetizo más con su espíritu, con su humor y su carácter. Y creo que lo más acertado hubiera sido que me hubieran llamado, solo, con aquel nombre. Ahora sería una mujer retro.