Sabía que se acercaba la Semana Santa. Cuando los días empezaban a ser más largos, cuando nos desprendíamos de las coreanas (o abrigos que llevábamos muchos de los niños de los ochenta), cuando salíamos a la calle y se olían las primeras flores, cuando en casa se mascaba en el ambiente que había que preparar «el viaje».
Era la época en la que en mi casa comenzaban los cumpleaños familiares, momentos que inauguraban el tiempo primaveral, una nueva etapa luminosa que nos devolvía la vitalidad y nos sacaba del letargo del largo invierno. Nos entusiasmaba regresar a aquel viejo caserón en el que los abuelos nos esperaban con los brazos abiertos, mi abuela -más concretamente- nos achuchaba dándonos esos besos interminables y a continuación nos sacaba los dulces caseros, siempre la misma estampa.
Ir al pueblo de mis padres me encantaba. Era como llegar al paraíso, un paraíso pequeño -para mí, gigante-, en el que todo el mundo te reconocía y podías pasar el día entero en la calle jugando con tus amigos de siempre. No había horarios, ni preocupaciones… aquellos futuribles que mi madre me transmitía, como que te pillara un coche o te secuestrara un desconocido, no eran viables en ese escenario. Allí solo respirábamos aire puro y paz.
Eran pocos días pero suficientes para vivir de primera mano la Pasión y la Pascua. De aquellos años son mis recuerdos de los Santos Oficios, en los que el cura lavaba los pies a sus discípulos, esa escena siempre me impresionó, era como ver una obra de teatro. Después las procesiones, que también eran muy teatrales, con sus nazarenos, las mujeres que tenían promesas y caminaban descalzas… Todo aquello, endulzado con el folclore de la tierra, era la Semana Santa.
Sigo sintiendo ganas de volver a Extremadura cada vez que se acercan estas fechas. Supongo que son los recuerdos los que me empujan a regresar, aunque ya nada lo perciba de la misma manera y muchas cosas hayan cambiado para no volver a ser lo que fueron. Pero me quedo con la esencia, con el olor a torrijas, cordero asado, y a oveja, muchas ovejas.