Las relaciones sociales son consustanciales al ser humano. El hombre es un ser que necesita vivir en comunidad, interaccionar con sus semejantes y establecer relaciones sólidas en el ámbito privado -de la familia- pero también en el público -a través de los amigos y conocidos-. Estas aseveraciones no son nuevas, quizás sean obvias incluso, pero sólo pocos han sabido sacarle provecho económico.
Una de las redes sociales más en boga es Facebook. Su creador es un joven de veinticuatro años que se ha convertido en el magnate más joven del mundo. Se trata de Mark Zuckerberg. Su idea y la de tantos otros impulsores de otras redes sociales como My Spice o Xing es conectar a las personas para compartir sus experiencias, vivencias, aficiones… etc. y formar un grupo. Una idea simple pero con vocación hacia el éxito.
Pertenecer a una red social en los tiempos en que vivimos es lo más habitual. En distinta escala, la mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes vivimos enganchados a Internet. Necesitamos vivir interconectados las veinticuatro horas del día. Trabajamos, leemos, compramos y empleamos mucho de nuestro tiempo de ocio a través de la red.
La proliferación de los medios digitales ha desbancado, en muchos casos, a la prensa impresa trastocando los hábitos de los lectores. La audiencia ha dejado de ser pasiva. Ahora el ciudadano reacciona, demanda y responde en tiempo real. También se han renovado los perfiles profesionales. Ha nacido el periodista multimedia que, con un portátil y una cámara, puede enviar una crónica en el momento justo que ocurre la noticia. También las corrientes de opinión se han multiplicado gracias a los blogs.
Asistimos impávidos a la era de la información que en pocos años ha superado las expectativas. Eran muchos los escépticos que pensaban que este nuevo canal de información fuese el futuro. Aunque me resista a creerlo y más a aún a aceptarlo, asumo que el camino es éste. De hecho, mientras que la publicidad desaparece de la prensa tradicional crece en la digital. Y eso, al final, es lo que cuenta. Como siempre. La rentabilidad.