Me gusta, no me gusta

Este post podría empezar con aquella frase adolescente que decía: me quiere, no me quiere, y a continuación deshojabas la margarita para descubrir si te quería o no tu enamorado. En esta ocasión puede que influya el azar, o quizá no; supongo que los gustos son procedentes de la genética, de la educación, o de la socialización que hemos vivido individualmente y que nos ha convertido en lo que somos, nosotros mismos.

Me gusta dormir a pierna suelta sintiendo el olor a sábanas limpias, que me traigan el desayuno a la cama, un buen desayuno que incluya tostada de pan con aceite. Me gustan las gominolas de colores, el olor a tierra mojada y a leña (el que se respira en los pueblos), un buen atardecer con el horizonte desdibujándose ante mis ojos, escuchar el rumor de las olas mientras cierro los ojos, la música bajita que acompaña conversaciones interesantes.

Me gusta pasear sin rumbo en una ciudad desconocida, contemplar a la gente que pasa por delante de mis narices, observar los gestos de esas personas anónimas, que pasan sin dejar huella, e imaginarme sus vidas. Sentir la arena mojada bajo mis pies, la caricia de las manitas sedosas y tiernas de mis hijos, los besos de chocolate, los abrazos de algodón de quien te quiere.

Abandono los sentidos. Hago introspectiva. Me gusta pintarme los labios e ir a la peluquería, ¿por qué no? Que te laven la cabeza, me encanta. Leer ese libro que te engancha y que no puedes dejar de leer. Hablar, me gusta hablar, sin más. Reencontrarme con viejos amigos. Hacer nuevos. Sentirme valorada, realizada, especial, amada. Sobre todo amada. Feliz.

No me gusta acabar esta reflexión con los no me gustan, pero hay que cerrar el círculo. Intentaré quedarme en el terreno de lo agridulce aunque a veces sea incompatible. No me gusta la contaminación, sí me gusta el cielo de Madrid. No me gusta engordar, pero me encanta comer. No me gustan los gritos, pero sí el llanto de un bebé. No me gusta el olor a cerrado, pero me gustan los sitios que llevan cerrados mucho tiempo. No me gusta como chirrían las tizas en la pizarra, pero me gusta escribir.