Mujeres, algo más que mujeres

Leo en la prensa que, según un estudio australiano, el retraso en la edad de la maternidad se atribuye, en muchos casos, a los empleos precarios. Aunque este estudio se enmarca en un contexto de salud pública, yo creo que la causa de este retraso procede de una razón sociológica. Ya me pronuncié hace cinco años en este sentido en un post titulado «La maternidad, un pecado laboral» y creo que muy poco ha cambiado desde entonces. De lo que hablaré hoy es de nosotras, de las mujeres. Me/os voy a brindar un homenaje, porque nos lo merecemos.

La generación de féminas a la que pertenezco, aquella de las que nacimos en el conocido baby boom, nació ya con otras pretensiones de futuro. En mi entorno, pocas eran las madres que trabajaban fuera de casa y para nosotras, para aquellas niñas nacidas en los setenta, tenían otros planes. Aparte de la situación que se vivía en nuestro país, aquel régimen en el que las mujeres necesitan a sus maridos para cualquier operación económica (pero de eso ya hablaré otro día, que da para mucho, y además me exaspera), en aquella década se hacía harto difícil compatibilizar trabajo profesional con familia. Aquellas familias de, como mínimo tres hijos, eran realmente numerosas y, en los casos que me rodeaban, salían adelante gracias al timón matriarcal, que algunas veces se compartía con la abuela que vivía en el hogar familiar, eso ya era un lujo.

El caso es que nuestras madres, madres coraje, prefirieron para nosotras otra vida. Al menos, la mía. Nos inculcaron que la educación y la cultura era el mejor camino para conseguir la independencia, y no solo hablaban de libertad de pensamiento, sino de la independencia económica, el pasaporte para tener una vida propia sin tener que agradecer nada a nadie y menos a un hombre- marido. Nos motivaron para aprender, para luchar por nuestros intereses para dominar nuestra propia vida. Y así lo hicimos.

Creímos que tener una carrera profesional nos daría mayores oportunidades. Sí lo creo. Pero nos engañaron con que esas capacidades nos llevarían a tener una vida mejor o quizás no, depende de lo que se entienda por una vida mejor. Ahora, todas esas niñas que crecimos pensando que nuestro futuro sería mejor nos hemos convertido en madres, trabajadoras, profesionales libres y…. amas de casa también, como lo fueron otrora. Es decir, que hemos multiplicado nuestras tareas.

Nos hemos creído el eslogan de cabo a rabo. Y ahora no hay vuelta atrás, tenemos que ser profesionales, mamás, amas de casa, amantes… y un largo etcétera al que hay que sumarle el lado estético de la vida que nos ha tocado vivir: estar siempre guapa, joven, delgada, sin arrugas… es decir, perfecta. Con todo, no me arrepiento de mis decisiones. Creo que lo que uno va siendo en la vida es el resultado de todos esos conocimientos y experiencias que hemos ido incorporando. Y eso nos hace crecer por dentro. Pero, por favor, que nos/les quede claro, somos superwomen. Y ellos, ¿son superhombres?