Audrey Chanel

No podía perderme el último estreno de Audrey Tautou en la gran pantalla. Pese a las malas críticas obtenidas en España pudo más mi devoción por esta actriz francesa. No podía dejar pasar al rostro más sutilmente femenino del S. XXI. Y menos encarnando a un icono de la moda como Coco Chanel.

Tenía muchas expectativas en esta película y mi predisposición era, realmente, imparcial. Por eso pido no ser juzgada por quienes entienden de cine mucho más que yo, sólo quiero expresar mis modestas impresiones, una vez más, desde la modestia de una simple aficionada al celuloide.

Es cierto que Audrey Tautou está especialmente diseñada para encarnar papeles como el de «Amelie», su alter ego en esa gran fábula romántica que a muchos nos encandiló para siempre, u otros similares, como el personaje de Mathilde en «Largo domingo de noviazgo», otra vez de Jean- Pierre Jeunet.

Dicho esto, quiero resaltar el quiebro que da esta actriz al meterse en la piel de Coco Chanel, una joven que sufrió la desgraciada en su infancia y adolescencia y que se hizo así misma gracias a su talento. Una Tautou enigmática, sencilla y natural, maneja con solvencia los registros de una mujer temperamental.

Y lo consigue porque Audrey es elegante por natura. Tiene la virtud de poseer esa belleza singular de las mujeres que han nacido con estilo. Ese halo de misterio que emite toda ella es el responsable de imprimir personalidad al personaje dotándole de una fuerza inhabitual. Y lo hace sin ostentaciones, como Coco Chanel.