Días atemporales

En febrero fue el día de los enamorados, en marzo el de la mujer trabajadora y el del padre, la semana pasada el del libro y dentro de pocos días el de la madre y el del trabajo. Son fechas creadas para festejar una condición que es intrínsecamente intemporal y, por tanto, antagónica con lo que supone tener cita fija en el calendario.
No entiendo por qué dichosa razón asumimos qué debe ocurrir en determinados días del año. Sin ir más lejos, no sé por qué ha de existir el Día del Padre y de la Madre. Creo que un padre o una madre lo son todos los días de su vida. Especialmente aquéllos en los que se sacrifican por sus hijos, es decir, casi todos.
Lo mismo digo sobre el 14 de febrero, fecha en que se celebra San Valentín. Se ha convertido en una obligación demostrar a la persona amada que le quieres. Pero, ¡cuidado!, ha de ser ese día y con un regalo. Basta con poner una alarma en nuestros corazones para recordarnos que estamos enamorados.
Estoy en desacuerdo con el Día de la Mujer Trabajadora. No creo que se haya de celebrar el que la mujer trabaje, además de en casa, fuera de ella. Con ello se plantea la dualidad de que hay mujeres trabajadoras y otras no. Cuando la realidad es que las mujeres han trabajado siempre, claro está que sin remuneración económica. No existe un día del hombre trabajador porque se da por sentado que el hombre es el que trabaja. No hagamos más diferencias.
Respecto al Día del Libro habría mucho que discutir. Según la RAE un libro es «una obra científica, literaria u de otra índole con extensión suficiente para formar volumen». Se admite que «puede aparecer impreso o en otro soporte». Ahora que están tan de moda los libros digitales, yo abogo por el libro tradicional, el que cae en tus manos, puedes tocar, escribir una dedicatoria o simplemente recortar una hoja, (aunque no sea lo aconsejable). Pero ese es otro tema que va unido a mi especial melancolía por el pasado.
Por fin un sí, que no parezca que soy anti- todo. Considero legítimo celebrar el Día del Trabajo, porque recordamos el esfuerzo con que luchó la clase obrera para tener una legislación laboral digna. Este hecho en sí mismo es un hito histórico del S. XIX que supuso una auténtica revolución en lo que se refiere a la historia de las clases sociales y que, muy a mi pesar, sigue teniendo vigencia en la actualidad.