“Aquí no hay quien viva”… de verdad

Es ésta una de las series que más ha calado en el público televisivo y su actual sucesora “La que se avecina”.  También hay una película cuya temática y título es este: “La comunidad”. Y es que todos, en algún momento, hemos vivido situaciones semejantes con nuestros adorables y/u odiados vecinos. 
No sé si es casualidad o es que he de recurrir a los estereotipos. Pero lo cierto es que en cualquier comunidad que se precie hay varios tipos de vecinos: las personas mayores, los amigos, los recién casados, las familias con hijos, los separados, los alquilados…

Las reuniones se convierten en un guirigay de voces altisonantes en las que, en la mayoría de las veces, hay quejas o posiciones encontradas y donde salen a la luz las rencillas personales. Hace tiempo que dejé de acudir a ellas porque entendí que no se podía dialogar y que en pocas ocasiones se alcanzaban determinaciones unánimes.

Los vecinos con más antigüedad se consideran poseedores de la verdad y manifiestan su escepticismo ante los jóvenes o recientes propietarios. Son los mayores, los que por disponer de más tiempo, se convierten en protagonistas de estos foros y son ellos los que, finalmente, asumen la toma de decisiones. También hay que decir que hay jubilados entrañables.

Quizás sean peores los jóvenes estudiantes que alquilan una casa por habitaciones convirtiéndose en pequeños colegios mayores. Son personas con poca vinculación a la comunidad, razón que les hace suponer que sus fiestas han de ser colectivas sin sospechar que a nadie le gusta participar de una juerga desde fuera. 

Luego están los mal educados. Éstos son los que no saludan, no te abren la puerta aunque te vean en apuros, no te esperan para coger el ascensor, fuman en el mismo, tiran la propaganda de sus buzones al suelo o permiten que sus animales domésticos hagan sus necesidades en las zonas comunes.
También existe la categoría de los cotillas. Son gente cuyas vidas tienen poco de especial y no tienen apuros en preguntarte por la tuya cuando te cruzas con ellos. Observan los movimientos de tus persianas, abren la puerta del descansillo para limpiar su puerta cuando sales de tu casa… generalmente son los que más se quejan de los otros.  

Por último, están los serviciales. Los que te recogen un aviso de Correos o te prestan algo de sal. Son los que van a lo suyo con amabilidad e intentan que la convivencia sea saludable. Supongo que, aunque sean muchos, siempre recordamos a los mismos.

Las comunidades de vecinos son pequeños pueblos cuyos habitantes, con modelos de vida muy dispares, están condenados a entenderse. Desde aquí pido comprensión a todas las personas que nos vemos obligadas a compartir dependencias con otros. Sólo se trata de usar el sentido común y de respeto. Sobre todo eso, respeto.