Mira que ya sabéis que no me gusta celebrar ciertos días. Pero hoy, una vez más, tengo que retractarme. Quizás no todas las iniciativas comerciales sean sospechosas de animar al lucro. O al menos, en algunas, el fin justifica los medios. En esta ocasión me refiero a hoy, 23 de abril, Día del Libro.
Hace poco más de una década que la UNESCO declaró esta fecha como Día Internacional del Libro, siguiendo el ejemplo procedente de Cataluña en el día de su patrón, Sant Jordi. La idea es, a todas luces, acertada. Es un día al año en el que se apoya a la industria editorial al tiempo que se fomenta la lectura.
Por cuarto año consecutivo, Madrid se suma a la iniciativa con un variado programa de actividades culturales. Las librerías abren hasta el filo de la medianoche y las bibliotecas públicas ofrecen lecturas, cuentacuentos, charlas, mesas redondas y talleres literarios, entre otros eventos.
La Noche de los Libros comienza en Madrid en la mañana y se prolonga hasta la madrugada. Es, sin duda, una de las mejores alternativas para recomendar. Un encuentro con la cultura que no deja indiferente. Músicos, escritores, poetas, artistas y lectores se dan cita para expresar ideas, a fin de cuentas.
La lectura es un placer individual. Para degustarlo se precisa, si se puede, de la soledad. El silencio es su mejor aliado. La música, se prefiere, de ambiente. El entorno, el mejor, es el que transmite serenidad. Pese a todo y, sabiendo que toda regla tiene su excepción, yo animo a los lectores a que se unan a la fiesta de la lectura, en la calle.