Después de ocho meses muy cerca de la muerte el profesor Neira «vuelve a la vida», según ha pronunciado él mismo a su salida del hospital. Es la historia de este hombre una historia mediática que ha hecho crujir los resortes de la sociedad y traer a primer plano unas de las lacras más importantes de este país.
En la sociedad actual, indicidualista donde las haya, llaman la atención gestos como el de Neira. No todos hubiéramos actuado con su valentía. Estamos hartos de ver hurtos, voces y peleas en plena calle y sólo unos pocos reacionan con hechos, ante la mirada ajena de unos y la esquiva de otros tantos.
Es por esta razón por lo que la intercesión del profesor transmite tintes heroicos. Y lo es porque todavía hoy, la víctima -entre otros- lo considera una injerencia. Aunque ése es otro tema. A muchos nos cuesta comprender porqué las víctimas siguen culpándose de las acciones de sus agresores.
Supongo que la violencia de género, violencia machista, violencia doméstica y/o cualquier otro término que ha tratado de definir los malos tratos, fundamentalmente a mujeres, es un fenómeno al que hoy, a pesar de existir desde los tiempos más remotos, seguimos buscando respuestas.
Respuestas que hay que buscar, en mi opinión, en una cultura eminentemente andrógena, donde el hombre ha sido disculpado por todo, por rol y por natura. Una cultura que , contradictoriamente, ha sido transmitida – principalmente- por el sexo más castigado. Es hora de cambiar las pautas y educar en igualdad, a ellos y a ellas.