El tiempo que se va

Del paso del tiempo y de cómo transcurre nuestra vida sin que apenas nos demos cuenta. De eso va el ‘post’ de hoy. Con motivo del primer aniversario de este blog, reflexiono sobre el discurrir de este último año en que empecé a reescribir mis historias en este cuaderno de bitácora.

Para empezar me pregunto por el tiempo, esa medida convencional que la historia de la humanidad ha necesitado inventar para controlar los acontecimientos. Todas las culturas han sentido la obligación de contabilizar sus ciclos vitales desde la más antigua de las civilizaciones.

El tiempo es un valor escaso y muy demandado por mis contemporáneos. Todos deseamos más tiempo libre, necesitamos dedicarnos más a la familia, nos faltan horas al día para finalizar la agenda que nos hemos marcado para seguir el ritmo que nos impone la sociedad actual.

Buena parte de nuestra felicidad reside en el tiempo que dedicamos a conseguir este fin. Algunos la encuentran trabajando más de diez horas al día, otros necesitan dedicar algún tiempo al hedonismo, otros al ocio y los amigos y otros, no dan más de sí con sólo trabajar y cuidar de los niños. 

Ese es el quid de la cuestión. A qué dedicamos nuestras horas, meses y años. En nuestra escala de valores pesa mucho la priorización de los tiempos. Y en eso nos difrenciamos unos de otros. La vida me sigue enseñando cada día que lo esencial es disfrutar de las cosas sencillas, que es lo verdaderamente importante. Porque se va en un soplo.