Tres décadas de Constitución

La historia de mi vida es casi paralela a la historia de nuestra actual Constitución. Para hacer justicia he de precisar que le llevo dos años, el tiempo justo para asentir que desde que tengo uso de razón la mayoría de los españoles, de distintos colores, celebramos el aniversario de nuestra Carta Magna. Y eso es ya, en sí mismo, un hito a conmemorar. 

Treinta años son muchos años y pocos al mismo tiempo. Si tenemos en cuenta el momento por el que atravaseba España cuando se fraguaron los principios democráticos hay que sostener que dichos cimientos han sido sólidos. Aunque por otro lado, todavía hoy somos muchos los que seguimos luchando por ellos en un ejercicio diario de tolerancia y respeto por el que no piensa como uno mismo.

Aunque todo es perfectible y mejorable, considero que la Constitución fue el gran acuerdo entre los españoles de distinto signo. Supuso un paso muy relevante para un país que salía de una dictadura y que aspiraba a la libertad. Era y es el instrumento imprescindible para legitimar un nuevo orden basado en principios democráticos.

A mi juicio, la Constitución es la herramienta que ha permitido la consolidación de un sistema político maduro y que ha propiciado un clima de consenso con un objetivo integrador. Lo creo así, a pesar de que una minoría -a la que ni siquiera se le puede considerar democrática- insista en lo contrario y siga recurriendo a la violencia a instancias de los derechos fundamentales.

Creo que hoy se celebra uno de los días más importantes de nuestra historia actual, hoy más que nunca que se apuesta por mantener viva la memoria hay que recordar ese pasado reciente. Congratularse por los logros. Y mejorar lo que se pueda para el futuro. A mí sólo me queda decir que me siento orgullosa de pertenecer a una generación bautizada como «Hijos de la democracia».