Más carnaza no

Una vez más una tragedia aérea conmociona al mundo entero. Las dimensiones de la catástrofe, las circunstancias en que se produjo y las historias personales de las víctimas imundan las cabeceras de la prensa internacional desde hace un par de días. Y no es para menos. Esta vez ha sido un avión de Air France con más de dos centenares de pasajeros. 

Casi todos confiamos en el avión como uno de lo medios de transporte más seguros, pero cuando ocurren estos accidentes, algunos sentimos un ligero temblor interno que nos recuerda cuándo volamos por última vez o cuándo lo haremos próximamente y nos hace sentirnos vulnerables ante la muerte.

Hace casi un año, nos sorprendía un accidente de similares características en el aeropuerto de Barajas. Los primeros datos que se conocen siempre suelen ser telegráficos anunciando la tragedia. Existe una segunda fase de ampliación de los sucesos en los que se aportan las explicaciones técnicas. Y por último siempre se recurre a la morbosidad que suscitan los relatos personales.

Ese último tramo de la información, a mi juicio, sobra. Ya todos nos podemos hacer una idea de cómo viven los familiares de las víctimas esos momentos de desolación. Y también sobran las noticias que que se convierten en reportajes simulando las vidas que llevaban los protagonistas del drama. No es teatro es la vida.

Como no podíamos cambiar la tónica de ciertos programas, ya han empezado a surgir especiales acerca de los españoles que viajaban en el avión siniestrado. Me parece una falta de respeto y de tacto hacia las sus familiares. Eso no es género informativo es un género que está entre el amarillismo y el sensacionalismo. Que recuerda el dolor y que nada aporta. Véase Nieves Herrero en el tan escabroso tema de las niñas de Alcácer.